En la manzana delimitada por las calles San Pablo, Huerta de San Pablo, Tapias y Abad Zafont, en la parte no ocupada por el Monasterio de Sant Pau del Camp y flanqueado por la línea de casas que recorría tres de los lados de la manzana dejando libre el que daba a Abad Zafont, se encontraba durante los primeros decenios del siglo XX, un cuartel del ejército, de nombre Cuartel de San Pablo que tenía incorporado un picadero. Se dice que en el picadero entrenó durante su estancia en Barcelona José Antonio Primo de Rivera.
Collaso i Gil que fue alcalde de Barcelona en varios periodos entre los años 1894 y 1913, falleció en 1926 dejando en su testamento un legado de un millón de pesetas para la construcción de un grupo escolar. Previa enajenación del cuartel de San Pablo, se procedió a la construcción de una escuela en el solar.
Las obras dieron inicio en 1932 con un acto solemne presidido por el presidente Maçia que pronunció un discurso.
Branguli. Discurso de Maçia en el acto de inauguracón de las obras de la escuela Collaso i Gil. 1932. ANC. Las cinco fotografías que siguen son de Casas i Galobardes del mismo acto de inauguración.
El centro escolar se inauguró en octubre de 1935. Una escuela que ha desarrollado su función durante los años de república, guerra civil, franquismo y que aún hoy en día da un servicio a los escolares del distrito I.
J.Ribera -Construcción de la escuela. 1933
Branguli. 1935. ANC - Escuela Collaso i Gil poco antes de inaugurarse.
Quedaba una esquina entre el cuartel de San Pablo, la hilera de casas de la calle Tapias dentro de la manzana reseñada al principio y la esquina entre Abad Zafont y Tapias.
En 1918, surge en dicha esquina, y bajo la modalidad de sociedad recreativa, es decir, un local al que solo podían acceder los socios, con lo que era más fácil que el gobierno civil autorizase sus actividades, La Gran Martinica, un café de camareras.
La Gran Martinica atraviesa los siguientes diez años sin que su existencia merezca mayor interés para la prensa que una nota tan elogiosa por parte del Papitu que parece propaganda pagada, ser el lugar donde trabajaba como camarero Ernesto Queralt, uno de los pistoleros del barón de Koenig ajusticiado por la CNT en 1920 (El Diluvio - 30 de enero de 1923. Juicio por la muerte de Ernesto Queralt), aparecer regularmente en las crónicas de tribunales por permitir que concurrieran a la pista de baile menores de edad como tanguistas y ser uno de los centros de espectáculo que regularmente donan pequeñas cantidades al ejército tras el Desastre de Annual.
La Publicidad. 28 de abril de 1918.
Papitu. 30 de octubre de 1918.
La Vanguardia - 14 de junio de 1928.
La Vanguardia - 22 de septiembre de 1921. Las tanguistas de la Gran Martinica entregan una cantidad de dinero al ejercito para ayuda a los damnificados por el desastre de Annual. Por otras notas sabemos que el dueño del local se llamaba Jaime Oller y colaboraba regularmente donando dinero para el ejército de Marruecos.
Tras el 14 de junio de 1928, en que recibe de nuevo una sanción por contratar camareras menores de edad, desaparece de la prensa La Gran Martinica. Su lugar será ocupado en 1930 por El Tropezón, un local de las mismas características que el que sustituye. Es probable que el cambio de propietarios solo se traduzca en un cambio de nombre sin ni siquiera echar una mano de pintura a la fachada del local. Prueba de ello es que a los pocos meses de su aprobación como local por la subcomisión de sanidad, aparecen desconchados en su fachada en una serie de fotografías de Branguli.
La Vanguardia - 17 de enero de 1930.
Branguli. 1930. Verbena de San Juan. Tras la parada callejera de venta de cocas, aparece El Tropezón.
Almanaque Papitu - 1931.
Branguli. ANC. 1930-36.
En julio de 1933, estalla una pequeña bomba en los servicios del local causando algunos desperfectos y sin que nadie resulte herido. Pocos días más tarde, al detener la policía a un ladrón de gallinas, confiesa ser quien puso la bomba en el local y otra serie de delitos. De mantenerlo más días en comisaría, cabe suponer que el ladronzuelo hubiese confesado ser el autor de todos los asesinatos sin resolver que se habían cometido en los últimos años en Barcelona.
Luz. 31 de julio de 1935.
La Vanguardia. 22 de agosto de 1933.
El Tropezón permanecerá abierto al menos hasta junio de 1936, en que la prensa informa de la muerte en accidente de tráfico de Manuel Lanuza y su mujer Dolores Sanmartin. De Manuel Lanuza se nos dice que es propietario y en la esquela que publica La Vanguardia, la razón social El Tropezón ruega que los tengamos presentes en nuestras oraciones. Probablemente se trate del dueño de la sala de espectáculos.
Tras esa esquela, a poco más de un mes del inicio de la guerra civil, no hay más noticias sobre el local. Es probable que ya no volviera a abrirse y tras la guerra fuese vendido a las atracciones Caspolino que darían comienzo a su actividad en 1942.
El Diluvio - 5 de junio de 1936.
La Vanguardia - 4 de junio de 1936.